Los cañones y la guarnición de la torre Barona de Castelldefels

Autor: Alfonso López Borgoñoz


Imagen actual de la torre. (Alfonso López Borgoñoz)

La torre Barona (también llamada de Guarda o el Xiulet) se levantó en el año 1583. La vemos ahora, enorme, bella y poderosa, en los jardines del hotel Rey Don Jaime, de Castelldefels. Es un Bien Cultural de Interés Nacional. Su construcción fue una iniciativa del barón de l’Eramprunyà que acabaron pagando los vecinos de Castelldefels, tal como solía ser la financiación de estas fortificaciones en toda la costa española y, especialmente, en Castelldefels, donde los vecinos en el año 1550 ya habían pagado también la restauración del castillo de la ciudad, cuya propiedad era también de la baronía.
La utilidad de la torre la explicaba así un siglo después el ingeniero militar Ambrosio Borsano, al comentar su importancia: «Caminando más adelante (…), hallase sobre de una eminencia una torre, que se dice la Torre de Castell de Fells, y es muy grande, y esta guarnecida con artillería, y dicha torre sirve por dar aviso a las demás torres, así a la parte de Tarragona, y a Monjuique, sobre de Barcelona, de las embarcaciones de moros que vienen a la Costa de Garaf». 
Es decir, la torre debía informar rápidamente cuando avistaba naves corsarias por sus inmediaciones, mediante humo o fuego, a la antigua torre de Montjuic y al castillo de Castelldefels (y desde ahí al resto de torres de la ciudad y masías de la comarca). Desde Montjuic, una vez enterados, se daba la noticia a las galeras de la Generalitat, atracadas en el puerto de Barcelona, que zarpaban prestas hacia nuestra ciudad para tratar de poner en fuga a los piratas.


Izado de un cañón a una torre de defensa (no es la torre Barona)

Para su defensa, la torre Barona disponía de dos cañones. La artillería se subía y bajaba de las torres con un doble torno accionado por varias personas, que estaba situado en la parte superior de la fortificación. La longitud y peso de los cañones hacía imposible moverlos por dentro. El torno de elevamiento debía sobresalir de la torre bastante, para que el cañón al subir, con su bamboleo, no fuera chocando con la edificación. Eso implicaba que la parte superior de la misma, al menos en ese momento, no tuviera almenas ni tan solo barandilla que, por otra parte, era un problema posteriormente para apuntar exactamente y defenderse de los navíos enemigos en cualquier dirección que se precisara. Esa falta de barandilla en el lado mar aún se ve en la parte de arriba de la torre Barona. La artillería se mantuvo allí hasta inicios del siglo XIX como mínimo.

Vista aérea de la torre Barona, en el hotel Rey Don Jaime. No tiene almenas ni barandilla en el lado mar, para facilitar el disparo y movilidad de los cañones. (Google/ICGC)

Para cuidar la torre y responsabilizarse de la vigilancia del tránsito marítimo, parece que estuvo destinada en la misma una pequeña guarnición a finales del XVI, así como seguramente durante la mayor parte del siglo XVII y quizás incluso a inicios del XVIII. No tenemos datos de ella. Quizás estuviera formada por un alcaide y dos o tres soldados, como se ve en otras torres similares. Posiblemente con un artificiero y un par de ayudantes habría bastante. Las torres cercanas a poblaciones, como lo era la Barona, al poder ser socorrida relativamente pronto, no precisaban muchos guardias . Por lo que sabemos por el servicio de custodia de otras torres similares como las de Alcanar (Montsià, Tarragona), al sur de la desembocadura del Ebro, los responsables militares de la guardia de la torre podían ser antiguos soldados de los tercios, quizás eméritos en una segunda dedicación, muchas veces de procedencia extranjera (italiana), que se asentaban ya el resto de sus días en el territorio y que quizás además pudieron haber servido como instructores del somatén de Castelldefels y de las poblaciones del Eramprunyà.
En 1598 Joan Aymerich fue nombrado como «pagès de la Torre del Mar de Castelldefels», que debía hacer referencia a la pequeña edificación de piedra cuyas ruinas se ven en las fotos antiguas de fines del XIX, en la base de la torre, cerca de la escalera, y de la grieta que separaba a ésta de la fortificación. Quizás ya estuviera ubicado allí Joan Aymerich desde su primer momento, quince años antes. Sus descendientes aún eran responsables de ella tres siglos después, a finales del siglo XIX (aunque ya no se apellidaran Aymerich entonces, sino Bou). Debieron ser guardas o masoveros, aunque quizás dueños de algunos de los terrenos del entorno de la torre (la propiedad de la torre fue de la baronía hasta el siglo XX) a lo largo de todo ese tiempo, y es muy posible que miembros de esta familia, o muy posiblemente trabajadores suyos, vivieran allí y que cultivaran los campos de su entorno para mejorar su sustento. El interior de la torre era un lugar muy incómodo y poco agradable por sus condiciones.
Pero no sólo eran masoveros, encargados del cuidado de la torre, sino que también tuvieron que encargarse de su artillería en algún momento. Tal vez ello pasó cuando la presión de la piratería menguó en el siglo XVIII y ya no hizo falta mantener la guarnición. 
Un documento fechado en el año 1758, que me ha facilitado Pere Pallarès, señala como los barones establecieron a Pau Aymerich en los terrenos de la Torre Barona, donde Pau tenía la responsabilidad de hacer señales con fuego y humo en caso de ataque. La familia Aymeric era la propietaria de Ca n'Aimeric, masía que aún lleva su nombre casi trescientos años después.
En 1801 se ve en otro documento, que también me ha facilitado Pere Pallarès, que hubo una denuncia por un robo de pólvora en la torre. Se habían instalado cañones y un militar enseñó a Llorenç Bou i Aymerich, nieto de Pau Aymerich, a manejar dicha artillería en caso de ataque. Llorenç Bou era una de las mayores fortunas de la comarca, con terrenos por Castelldefels y en Gavà, y continuaba siendo el propietario de la casita cuadrada que se ve al pie de la torre, aunque también de can Jover. De hecho, incluso fue alcalde de Castelldefels.
La artillería se mantuvo hasta inicios del siglo XIX, como mínimo, lo que sabemos gracias a una curiosa aventura durante el tiempo de la guerra de la Independencia, en junio de 1808, cuando sus dos cañones fueron requeridos por Sant Boi para defender el río Llobregat de una posible incursión de tropas francesas en barco durante la Guerra de la Independencia contra el imperio napoleónico. Ambos fueron prestados, pero, al no tener pólvora en la torre, se le pidió la misma a un barco inglés (que sólo unas pocas semanas antes era enemigo) varado en las cercanías. Los cañones con pólvora y balas finalmente fueron cedidos a las autoridades de Sant Boi  (ver página 6 -junio de 2008- de este enlace). 
El acomodado Llorenç Bou era en ese momento el responsable de la fortificación. Seguramente había recuperado para su familia la masia de ca n'Aimeric. La finca incluía, como nos recuerda Pere Pallarès, los terrenos de la torre Barona. La venta final a un tercero de ca n'Aymerich por la familia Bou la realizó la viuda de Josep Bou i Amat (nieto de Llorenç Bou) en el año 1907 a Pedro La Rosa, el que compró la cercana fábrica de ladrillos calcáreos, la primera industria digna de tal nombre de Castelldefels.
Por los dibujos y fotos que tenemos, la torre Barona ya debía ser poco más que un monumento romántico en el último cuarto del siglo XIX, sus muros y los de la casa que estaba a sus pies se ven ya en muy mal estado y no atisbamos nada que nos haga pensar en que la misma tenía aún alguna utilidad defensiva. Parece ya abandonada por sus propietarios, los barones de Eramprunyà, como lo estuvo el castillo. En ese momento del tránsito del siglo XIX al XX debía ser de Manuel Girona.

Interior de la torre en un plano del 13 de septiembre de 1799.  Sabemos que en el cuarto de la terraza superior se guardaba la pólvora y balas de los cañones. El primer piso también servía como almacén desde el que se subían los materiales bélicos por el agujero central.  (Biblioteca Virtual de defensa)

Sin embargo, en tiempo de conflicto, sabemos que había allí también una pequeña guarnición. No tenemos datos de ella, pero quizás estuvo formada por un alcaide y un artificiero para los cañones, con tal vez un par de ayudantes. Solían ser antiguos soldados de los tercios ya licenciados. Muchas veces eran de procedencia extranjera, y se asentaban (y casaban) en la ciudad en la que estaban destinados. Quizás además sirvieron como instructores del somatén de Castelldefels y de las poblaciones del Eramprunyà.


Dibujo del excursionista y dibujante Pere Doria de la torre el 13 de noviembre de 1885. (Archivo Alfonso López Borgoñoz)

La torre en el año 1897.  Aspecto como el del dibujo previo de 1885 de Pere Doria y más o menos como el actual (salvo la escalera). Se puede ver que faltan varios escalones en la parte superior de la escalera, y que está la pasarela de madera que facilitaba el acceso al castillo. No hay hiedra por la escalera y se ven en ella los agujeros donde se fijó el andamio de madera que permitió ir levantándola en el siglo XVI. (Archivo Baronía Eramprunyà)

La torre en el año 1922. Aspecto como el de finales del siglo XIX y como el actual. Se puede ver que faltan varios escalones aún de la parte superior de la escalera (de hecho, parecen faltar más que en 1897), y que no está la pasarela de madera que facilitaba el acceso al castillo. Similar en su estado a la que vemos ahora, más o menos, salvo el recorte actual de la estructura para poner debajo la piscina. (Archivo Alfonso López Borgoñoz)


La torre en el mes de octubre del año 1930. (Joaquim Rubió i Balaguer/AFCEC)

En occtubre de 1930 el fotografo Joaaquim rubió captó esta imagen de la grieta bajo la escalrea de la torre barona, que servía como elemento añadido de defensa de la misma. (Joaquim Rubio i Balaguer/AFCEC)


Imagen actual de la torre. (Alfonso López Borgoñoz)
Foto actual de la torre. (Ismael Cardozo)

Imagen actual de la torre. (Alfonso López Borgoñoz)

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